¿Cuál fue el clima intelectual de su casa y su infancia? ¿Se
apoyó o se desalentó su inclinación literaria?
Tengo la suerte de proceder, por el lado materno, de una
familia en la cual brillaron los hombres de pensamiento. Mi abuelo Bernabé
Lainez fue periodista en El País, de mi madre fueron Manuel Lainez, director de
El Diario y el Perito Moreno. Su abuelo Rufino Varela, fue asimismo periodista,
como sus hermanos Héctor, Mariano, y Luis V., aparte de los altos cargos
oficiales que todos desempeñaron. Primo hermano de ellos y también de mi abuelo
Lainez, fue Miguel Cané. Florencio Varela es mi tatarabuelo, el poeta Juan Cruz
era su hermano; el poeta Luis Domínguez, su cuñado. A estas influencias debo
agregar la de mi padre, Manuel Mújica Darías, abogado, quien desde muchacho
sobresalió por sus discursos. Si a ello se añade, finalmente, que tanto mi
abuela, Justa Varela de Lainez, como mi madre y mis tías, desde mi más lejana
niñez no cesaron de narrarme anécdotas vinculadas con la historia de mis
mayores, entre los que abundaron, junto a los personajes ilustres, los
pintorescos, se deducirá que crecí en un medio espiritual en el que todo se
conjugaba para facilitar una vocación que, como antes dije, se manifestó siendo
yo muy niño.
A la edad de trece años me llevaron a Europa, y estuvimos
allí hasta que había cumplido los dieciséis. Aquella época fue
extraordinariamente fecunda para mi formación. Aprendía a leer y gustar de los
clásicos franceses e ingleses, en la Ecole Descartes, de París, y en Londres,
donde mi hermano y yo, junto con otros chicos, tuvimos un tutor. Poco después
de nuestro regreso, tuvo lugar, en el Teatro Cervantes, una de las “Fiestas de
la Poesía”, que mi tía Pepita Lainez organizaba a beneficio de sus obras de
caridad, con la colaboración de escritores, pintores y gente joven de la
sociedad tradicional porteña. Conocí entonces a Alfonsina Storni, que me trató
muy bondadosamente, a Pedro Miguel Obligado, a Capdevila, A González Carbalho,
a Margarita Abella Caprile, etc.
Hubo un poeta hoy olvidado, Héctor M. Irusta, que solía
llevarme a oír conferencias. Algo más tarde nació mi amistad con Adolfo Bioy
Casares, con Silvina Ocampo, con Borges, con Girri, con Silvina Bullrich.
Asimismo, algunos años más adelante, traté al admirable Xul Solar y a la
espléndida Victoria Ocampo, a quien tanto he querido. Nunca he pertenecido a
ninguna “capilla literaria”. He sido, sí, vicepresidente de la SADE, cuando
Borges la presidía, y miembro de su comisión, bajo la presidencia de Martínez
Estrada.
REPORTAJE A MANUEL MUJICA LAINEZ
De la "Encuesta a Escritores Argentinos
Contemporáneos"
(C) 1982 Centro Editor de América