martes, 15 de abril de 2014

Manuel Mujica Lainez responde a las preguntas...

¿Cuál fue el clima intelectual de su casa y su infancia? ¿Se apoyó o se desalentó su inclinación literaria?

Tengo la suerte de proceder, por el lado materno, de una familia en la cual brillaron los hombres de pensamiento. Mi abuelo Bernabé Lainez fue periodista en El País, de mi madre fueron Manuel Lainez, director de El Diario y el Perito Moreno. Su abuelo Rufino Varela, fue asimismo periodista, como sus hermanos Héctor, Mariano, y Luis V., aparte de los altos cargos oficiales que todos desempeñaron. Primo hermano de ellos y también de mi abuelo Lainez, fue Miguel Cané. Florencio Varela es mi tatarabuelo, el poeta Juan Cruz era su hermano; el poeta Luis Domínguez, su cuñado. A estas influencias debo agregar la de mi padre, Manuel Mújica Darías, abogado, quien desde muchacho sobresalió por sus discursos. Si a ello se añade, finalmente, que tanto mi abuela, Justa Varela de Lainez, como mi madre y mis tías, desde mi más lejana niñez no cesaron de narrarme anécdotas vinculadas con la historia de mis mayores, entre los que abundaron, junto a los personajes ilustres, los pintorescos, se deducirá que crecí en un medio espiritual en el que todo se conjugaba para facilitar una vocación que, como antes dije, se manifestó siendo yo muy niño.

A la edad de trece años me llevaron a Europa, y estuvimos allí hasta que había cumplido los dieciséis. Aquella época fue extraordinariamente fecunda para mi formación. Aprendía a leer y gustar de los clásicos franceses e ingleses, en la Ecole Descartes, de París, y en Londres, donde mi hermano y yo, junto con otros chicos, tuvimos un tutor. Poco después de nuestro regreso, tuvo lugar, en el Teatro Cervantes, una de las “Fiestas de la Poesía”, que mi tía Pepita Lainez organizaba a beneficio de sus obras de caridad, con la colaboración de escritores, pintores y gente joven de la sociedad tradicional porteña. Conocí entonces a Alfonsina Storni, que me trató muy bondadosamente, a Pedro Miguel Obligado, a Capdevila, A González Carbalho, a Margarita Abella Caprile, etc.


Hubo un poeta hoy olvidado, Héctor M. Irusta, que solía llevarme a oír conferencias. Algo más tarde nació mi amistad con Adolfo Bioy Casares, con Silvina Ocampo, con Borges, con Girri, con Silvina Bullrich. Asimismo, algunos años más adelante, traté al admirable Xul Solar y a la espléndida Victoria Ocampo, a quien tanto he querido. Nunca he pertenecido a ninguna “capilla literaria”. He sido, sí, vicepresidente de la SADE, cuando Borges la presidía, y miembro de su comisión, bajo la presidencia de Martínez Estrada.



REPORTAJE A MANUEL MUJICA LAINEZ
De la "Encuesta a Escritores Argentinos Contemporáneos"

(C) 1982 Centro Editor de América