Fragmento de Relámpagos de lo invisible.
"Con sol en Piscis y ascendente en Acuario, y un horóscopo de estratega en derrota y enamorada trágica, nací en Toay (La Pampa), y salí sollozando al encuentro de temibles cuadraturas y ansiadas conjunciones que aún ignoraba. (...) Toay es un lugar de médanos andariegos, de cardos errantes, de mendigas con collares de abalorios, de profetas viajeros y casas que desatan sus amarras y se dejan llevar, a la deriva, por el viento alucinado. (...) Desde muy pequeña me acosaron las gitanas, los emisarios de otros mundos que dejaban mensajes cifrados debajo de mi almohada, el basilisco, las fiebres persistentes y los ladrones de niños, que a veces llegaban sin haberse ido. Fui creciendo despacio, con gran prolijidad, casi con esmero, y alcancé las fantásticas dimensiones que actualmente me impiden salir de mi propia jaula. Me alimenté con triángulos rectángulos, bebí estoicamente el aceite hirviendo de las invasiones inglesas, devoré animales mitológicos y me bañe varias veces en el mismo río. Esta última obstinación me lanzó a una fe sin fronteras. (...) No tengo descendientes. Mi historia está en mis manos y en las manos con que otros la tatuaron. Mi heredad son algunas posesiones subterráneas que desembocan en las nubes. Circulo por ellas en berlina con algún abuelo enmascarado entre manadas de caballos blancos y paisajes giratorios como biombos. Algunas veces un tren atraviesa mi cuarto y debo levantarme a deshoras para dejarlo pasar. En la última ventanilla está mi madre y me arroja un ramito de nomeolvides. ¿Qué más puedo decir? Creo en Dios, en el amor, en la amistad. Me aterran las esponjas que absorben el sol, el misterioso páncreas y el insecto perverso. Mis amigos me temen porque creen que adivino el porvenir. A veces me visitan gentes que no conozco y que me reconocen de otra vida anterior. ¿Qué más puedo decir? ¿Que soy rica, rica con la riqueza del carbón dispuesto a arder? ".
Nada hay más indefenso que la dicha
Fragmento de la entrevista de Marco Antonio Campos a Olga Orozco, publicada en el diario La Jornada, (31 de enero de 1999).
—Usted ha dicho que, pese a todo, contra todo, el amor es lo más grande en la tierra. En sus "Anotaciones para una autobiografía" dejó escrito: "Creo en Dios, en el amor, en la amistad".
—No sólo el amor pasión sino el amor en todas sus manifestaciones: el amor religioso, el amor amistoso, el amor filial, el amor a los objetos, el amor a los animales...
—En buena parte de su poesía parece estar usted vestida de angustia, perseguida por fantasmas, acosada por sombras, con un pie en el despeñadero. Un mundo de lenta pero segura destrucción.
—Pero siempre hay una última salvación que es esperanzada. No la esperanza en sí misma necesariamente, pero sí, al final, una esperanza religiosa. Cuando yo era muy chica mi abuela me enseñó que en el fondo de todo hay un jardín. En ese jardín de mi infancia que ella me creó he sido muy feliz. Porque yo era una criatura muy tímida, medrosa y llena de inquietudes. Además, como los mayores no podían contestarme de un modo satisfactorio las preguntas que les formulaba porque eran muy complejas y no tenían verdadera respuesta, las inquietudes iban en aumento. Entonces empecé a respondérmelas yo misma y creo que todo eso, de ese jardín y esas preguntas, nació mi poesía.
"Con sol en Piscis y ascendente en Acuario, y un horóscopo de estratega en derrota y enamorada trágica, nací en Toay (La Pampa), y salí sollozando al encuentro de temibles cuadraturas y ansiadas conjunciones que aún ignoraba. (...) Toay es un lugar de médanos andariegos, de cardos errantes, de mendigas con collares de abalorios, de profetas viajeros y casas que desatan sus amarras y se dejan llevar, a la deriva, por el viento alucinado. (...) Desde muy pequeña me acosaron las gitanas, los emisarios de otros mundos que dejaban mensajes cifrados debajo de mi almohada, el basilisco, las fiebres persistentes y los ladrones de niños, que a veces llegaban sin haberse ido. Fui creciendo despacio, con gran prolijidad, casi con esmero, y alcancé las fantásticas dimensiones que actualmente me impiden salir de mi propia jaula. Me alimenté con triángulos rectángulos, bebí estoicamente el aceite hirviendo de las invasiones inglesas, devoré animales mitológicos y me bañe varias veces en el mismo río. Esta última obstinación me lanzó a una fe sin fronteras. (...) No tengo descendientes. Mi historia está en mis manos y en las manos con que otros la tatuaron. Mi heredad son algunas posesiones subterráneas que desembocan en las nubes. Circulo por ellas en berlina con algún abuelo enmascarado entre manadas de caballos blancos y paisajes giratorios como biombos. Algunas veces un tren atraviesa mi cuarto y debo levantarme a deshoras para dejarlo pasar. En la última ventanilla está mi madre y me arroja un ramito de nomeolvides. ¿Qué más puedo decir? Creo en Dios, en el amor, en la amistad. Me aterran las esponjas que absorben el sol, el misterioso páncreas y el insecto perverso. Mis amigos me temen porque creen que adivino el porvenir. A veces me visitan gentes que no conozco y que me reconocen de otra vida anterior. ¿Qué más puedo decir? ¿Que soy rica, rica con la riqueza del carbón dispuesto a arder? ".
Nada hay más indefenso que la dicha
Fragmento de la entrevista de Marco Antonio Campos a Olga Orozco, publicada en el diario La Jornada, (31 de enero de 1999).
—Usted ha dicho que, pese a todo, contra todo, el amor es lo más grande en la tierra. En sus "Anotaciones para una autobiografía" dejó escrito: "Creo en Dios, en el amor, en la amistad".
—No sólo el amor pasión sino el amor en todas sus manifestaciones: el amor religioso, el amor amistoso, el amor filial, el amor a los objetos, el amor a los animales...
—En buena parte de su poesía parece estar usted vestida de angustia, perseguida por fantasmas, acosada por sombras, con un pie en el despeñadero. Un mundo de lenta pero segura destrucción.
—Pero siempre hay una última salvación que es esperanzada. No la esperanza en sí misma necesariamente, pero sí, al final, una esperanza religiosa. Cuando yo era muy chica mi abuela me enseñó que en el fondo de todo hay un jardín. En ese jardín de mi infancia que ella me creó he sido muy feliz. Porque yo era una criatura muy tímida, medrosa y llena de inquietudes. Además, como los mayores no podían contestarme de un modo satisfactorio las preguntas que les formulaba porque eran muy complejas y no tenían verdadera respuesta, las inquietudes iban en aumento. Entonces empecé a respondérmelas yo misma y creo que todo eso, de ese jardín y esas preguntas, nació mi poesía.
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