L.R.G.-Contáme de tu amistad con Oliverio Girondo.
E.M.-Lo conocí en Buenos Aires. De chico, viví en el campo, en Buenos Aires, en un campo de mi padre que se llamaba La María. Siempre un nombre de mujer presidiendo todo. Con Oliverio tuve una gran amistad, más bien paternal de parte de él. Teníamos bastante diferencia de edad. El era mayor que yo. Era un ser extraordinario, con una personalidad brillante, que se imponía en todos lados. Donde él estaba, era el centro. Tenía una gran capacidad de comunicación, de expresión, un señorío criollo. Al mismo tiempo, conocía el extranjero, era muy culto, lo mandaban a Europa todos los años. Porque él también, como yo, estudió abogacía. Cada materia que daba, lo mandaban a festejar a Europa.
L.R.G.- Vos le dedicaste dos libros a Oliverio.
E.M.-Sí, creo que sí. En esa época, se había separado de Sur. El había sido uno de los fundadores de Sur y empezó a buscar la amistad, la compañía de los chicos jóvenes que estaban escribiendo. La gente de mi generación se fue juntando a su alrededor, en su casa. El vivía en la casa que está al lado del Museo Fernández Blanco. Había en ella una atmósfera muy particular. Tenía una parte llena de huacos peruanos, cuadros muy lindos.
L.R.G.- El te regaló unas ranas de su colección.
E.M.-Sí, esas ranas estaban dentro de un escenario, de una cierta profundidad. Dentro de ese escenario, se desarrollaban unas escenas protagonizadas por las ranas. En una escena, las ranas jugaban en un club muy paquete, de repente se peleaban y hacían una escena de mucha violencia.
L.R.G.-¿Todavía las tenés?
E.M.-Las tenía empotradas en una pared del comedor. Eran dos cajas. Pero parece que Oliverio también se las había prometido a Neruda. Y Neruda me escribió.
L.R.G.-¿Te pedía las ranas?
E.M.-Sí, me las pedía, él las llamaba "los sapitos". Eran unas ranitas embalsamadas, muy extrañas. Me las quería cambiar por un poncho araucano muy antiguo. Yo le dije que no podía dárselas porque las tenía empotradas en la pared. Se quedaron conmigo. Todavía las tengo, no sabemos qué hacer con ellas...
Fragmento de una entrevista que Lía Rosa Gálvez le hizo a Enrique Molina y que fue grabada en video. Se realizó cuatro años antes de la muerte del poeta, en noviembre de 1993, y se publicó en el “Suplemento Cultural” del diario La Nación, el domingo 29 de octubre de 2006.
Tres días drespués, el 1 de noviembre, se estrenó el video en el MALBA. En él, Molina habla de su infancia, de sus inicios literarios, de su obra, de su amistad con Girondo... se ven fotografías de la niñez del escritor y se lo escucha recitar algunos de sus poemas (gravados con anterioridad) que, por casualidad, quedaron registrados en una grabación de Thomas Dylan, regalada por Molina a la poeta Adelia Harilaos.
Link a la entrevista completa http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=853434