lunes, 25 de enero de 2010

Enrique Molina evoca su amitad con Oliverio Girondo

"Enrique me dijo que estaba descontento con las entrevistas que le hacían -cuenta Lía Rosa Gálvez- porque era muy tímido y no podía hablar. (...) Organicé entonces una comida en mi casa y cuando llegó Enrique, le dije: 'Soy una traidora. Vamos a hacer una entrevista'. En ese entonces se grababa con paraguas para cuidar la iluminación. Por último aceptó. Él habló con toda fluidez, en un clima de gran intimidad, con mucha gracia".

L.R.G.-Contáme de tu amistad con Oliverio Girondo.
E.M.-Lo conocí en Buenos Aires. De chico, viví en el campo, en Buenos Aires, en un campo de mi padre que se llamaba La María. Siempre un nombre de mujer presidiendo todo. Con Oliverio tuve una gran amistad, más bien paternal de parte de él. Teníamos bastante diferencia de edad. El era mayor que yo. Era un ser extraordinario, con una personalidad brillante, que se imponía en todos lados. Donde él estaba, era el centro. Tenía una gran capacidad de comunicación, de expresión, un señorío criollo. Al mismo tiempo, conocía el extranjero, era muy culto, lo mandaban a Europa todos los años. Porque él también, como yo, estudió abogacía. Cada materia que daba, lo mandaban a festejar a Europa.

L.R.G.- Vos le dedicaste dos libros a Oliverio.
E.M.-Sí, creo que sí. En esa época, se había separado de Sur. El había sido uno de los fundadores de Sur y empezó a buscar la amistad, la compañía de los chicos jóvenes que estaban escribiendo. La gente de mi generación se fue juntando a su alrededor, en su casa. El vivía en la casa que está al lado del Museo Fernández Blanco. Había en ella una atmósfera muy particular. Tenía una parte llena de huacos peruanos, cuadros muy lindos.

L.R.G.- El te regaló unas ranas de su colección.
E.M.-Sí, esas ranas estaban dentro de un escenario, de una cierta profundidad. Dentro de ese escenario, se desarrollaban unas escenas protagonizadas por las ranas. En una escena, las ranas jugaban en un club muy paquete, de repente se peleaban y hacían una escena de mucha violencia.

L.R.G.-¿Todavía las tenés?
E.M.-Las tenía empotradas en una pared del comedor. Eran dos cajas. Pero parece que Oliverio también se las había prometido a Neruda. Y Neruda me escribió.

L.R.G.-¿Te pedía las ranas?
E.M.-Sí, me las pedía, él las llamaba "los sapitos". Eran unas ranitas embalsamadas, muy extrañas. Me las quería cambiar por un poncho araucano muy antiguo. Yo le dije que no podía dárselas porque las tenía empotradas en la pared. Se quedaron conmigo. Todavía las tengo, no sabemos qué hacer con ellas...



Fragmento de una entrevista que Lía Rosa Gálvez le hizo a Enrique Molina y que fue grabada en video. Se realizó cuatro años antes de la muerte del poeta, en noviembre de 1993, y se publicó en el “Suplemento Cultural” del diario La Nación, el domingo 29 de octubre de 2006.
Tres días drespués, el 1 de noviembre, se estrenó el video en el MALBA. En él, Molina habla de su infancia, de sus inicios literarios, de su obra, de su amistad con Girondo... se ven fotografías de la niñez del escritor y se lo escucha recitar algunos de sus poemas (gravados con anterioridad) que, por casualidad, quedaron registrados en una grabación de Thomas Dylan, regalada por Molina a la poeta Adelia Harilaos.
Link a la entrevista completa http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=853434

lunes, 18 de enero de 2010

¿Qué es una biografía? Es la historia sin sus problemas, define Halperín Donghi.

El historiador cuenta las dificultades y dilemas que se le plantearon al intentar escribir sus memorias. E Ignacio Lewckowicz describe cómo lo ve.

"A Luis Alberto Romero se le había ocurrido que hiciera unos diálogos con Jorge Lafforgue, al estilo de los que su padre había hecho con Félix Luna. Pero, pronto nos dimos cuenta de que no iban a ninguna parte: creíamos que uno sólo se sienta y dialoga, y al terminar, los manda a imprenta. El editor me había sugerido tomar como modelo los diálogos de Roland Barthes; pero es claro que ese diálogo nunca existió: son largas frases todas bien armadas; en cambio, uno veía lo nuestro y decía: 'Esto va directo a la basura. Entonces me pidieron un texto de apertura y descubrí que podía escribir de otra manera: empecé a escribir realmente mis memorias de infancia, que salían con gran fluidez; después las del Colegio Nacional... Eso se transformó en dos cosas: una historia de una infancia en Buenos Aires en los años treinta, en una familia inmigrante por ambos lados (judía y católica); y un relato de la experiencia del primer peronismo. Pero a medida que me acercaba al presente, me di cuenta de que no podía seguir así: cuando llega la madurez uno empieza: 'Y entonces di una conferencia en tal lado; un curso en tal otro...'. Les pasa a las biografías: empiezan muy interesantes y se ponen muy aburridas, y a mí me resultaba cada vez más difícil mantener el tono; si seguía así iba a terminar totalmente afectado. Así que termina con la Revolución Libertadora, en 1955".

-¿Lee autobiografías?
-Algunas. Biografías, sobre todo, que es una cosa de la vejez. Las biografías, en cierta medida, son la historia sin sus problemas; y hay algunas lindas realmente. En el mundo anglosajón existe una vieja tradición de biografía política que aquí no tenemos: nuestras biografías políticas suelen ser hagiografías. Por otra parte, tengo entre manos –otra de las cosas que espero tener tiempo de terminar –algo que comenzó en los ochenta, en un curso que di en México, como un proyecto de estudio de autobiografías de intelectuales del siglo XIX, en la América española. Quería ver cómo, a través de la autobiografía, se va perfilando un intelectual. Empezaba con Fray Servando Teresa de Mier (1765-1827); estaban el Deán Funes, Sarmiento, Alberdi, y José María Samper Agudelo (1828-1889), un colombiano increíble, que escribió un libro deliciosamente cursi, Historia de un alma. Termino con Rubén Darío, en cuya autobiografía es evidente que le interesa más la poesía desde el punto de vista técnico, como un artesano, aunque él cree que lo importante son, diríamos, las obligaciones del poeta”.

Fragmento de la entrevista realizada al historiador Tulio Halperín Donghi por Mariana Canavese e Ivana Costa, publicada en el Suplemento Ñ del diario Clarín, el 23 de febrero de 2008 (Link: www.revistaenie.clarin.com/notas/2008/02/23/01613060.html-).



¿Quién es Halperín?
"¿Quién es Halperín? (...) El agudo historiador que supo penetrar en habitaciones secretas del archivo. El emigrado que en la distancia alcanza una lucidez triste y serena. El elegante animador de veladas selectas. El tenaz antihéroe moderno, convertido por ello en héroe posmoderno. El oráculo que –en irónico enigma – enuncia la verdad para quien sepa la cifra. (...) El delicado equilibrio entre dandismo y nihilismo. El viejo gorila."

Tulio Halperin Donghi visto por Ignacio Lewckowicz, en la antología Discutir Halperin (El cielo por asalto, 1997).



lunes, 11 de enero de 2010

Octavio Paz... en palabras, imágenes y sonido

Hay infinitos recursos para escribir una biografía, no sólo literarios, también audiovisuales. Se puede enriquecer el relato de la vida de alguien con fotos y música. El Centro Nacional de las Artes de México preparó una breve biografía de Octavio Paz con esos recursos. Link: http://www.youtube.com/watch?v=JhgaiGt3Uqg


Dos poemas de Octavio Paz,
dos instantáneas que describen al poeta

Escritura
Yo dibujo estas letras
como el día dibuja sus imágenes
y sopla sobre ellas y no vuelve.
Ladera Este, 1962-68.

Epitafio para un poeta
Quiso cantar, cantar
para olvidar
su vida verdadera de mentiras
y recordar
su mentirosa vida de verdades.
Condición de nube, 1944.


lunes, 4 de enero de 2010

Prosa y prosa poética... dos opciones para el escritor

Existen muchas variantes para escribir un relato autobiográfico en prosa. Las obras de Jorge Luis Borges y Olga Orozco ofrecen un interesante contraste. Borges, para contar su vida, recurre a un texto despoblado de imágenes y recursos estilísticos, parco en adjetivos, casi informativo. En cambio, Orozco elige una prosa poética, que al mismo tiempo que narra persigue transmitir sensaciones, impresiones y visiones de su mundo.


En An autobiographical essay (entrada del 28 de diciembre de 2009), Borges se propuso narrar los hechos destacados de su vida. Lo hizo con una prosa directa, clara, cuidada y despojada de artificios.
Su sintaxis (en estos párrafos y en toda su narrativa) se caracteriza por sus oraciones casi siempre breves. Los escasos períodos extensos están fragmentados por comas que le permiten una acumulación semántica, con la que persigue aclarar o destacar una idea y enriquecer lo expuesto, pero se ajustan escrupulosamente a lo que quiere decir.
Los adjetivos empleados por Borges son relativamente escasos (como contraparte, se observa en ciertas obras el uso reiterado de algunos), no intentan calificar la realidad o determinarla, sino señalarla de manera abstracta o individualizarla. Sin embargo, a medida que transcurrieron los años su narrativa se despoja de ellos, hasta llegar a una austeridad en la que los sustantivos emergen desnudos en el texto.
Para el racional Borges, el mundo se presenta como un espacio mágico donde todo puede acontecer, en el que generalmente la mano oscura de un dios incomprensible promueve cambios sin sentido. Esta idea se refleja en sus escritos y también está presente en su vida: “pero por superstición no quise entrar. ‘No hasta que consiga el trabajo’, dije”.
El cuidado y pulido español de Jorge Luis Borges, en cuanto a búsqueda de sobriedad, precisión y universalismo, también se observa en Olga Orozco.
En Relámpagos de lo invisible (entrada del 23 de diciembre de 2009), ella narra los recuerdos de su infancia, a tal punto están potenciados por la poesía que destilan, que parecería que predomina lo poético sobre la intención de contar. El tono elegíaco tiñe el espacio paradisíaco de su niñez y su hogar que evoca con nostalgia. A eso se suma la sutil incrustación de lo mágico, de lo maravilloso, en lo cotidiano. Aquí, y en otras obras, sus recuerdos están plagados de prodigios vividos, soñados o augurados.
Olga Orozco, ya en sus primeros poemas, tiene una voz propia, definida, neorromántica y surrealista, una estructura poética límpida y ritmos envolventes. Su
prosa poética no es otra cosa que poesía sin métrica ni rima. Sus elaboradas y singulares imágenes no caen en lo rebuscado, tampoco en lo cursi o el lugar común. Al compartir su mirada mágica del mundo y la belleza de los sentimientos que la embargan, cautiva, emociona y enmudece al lector. Su estilo personal y directo, y el tono oracular que lo caracteriza, se despega de lo terreno y eleva a quien se adentra en el texto que encierra la interioridad de la autora.
Mecha Carreira.