El historiador cuenta las dificultades y dilemas que se le plantearon al intentar escribir sus memorias. E Ignacio Lewckowicz describe cómo lo ve.
"A Luis Alberto Romero se le había ocurrido que hiciera unos diálogos con Jorge Lafforgue, al estilo de los que su padre había hecho con Félix Luna. Pero, pronto nos dimos cuenta de que no iban a ninguna parte: creíamos que uno sólo se sienta y dialoga, y al terminar, los manda a imprenta. El editor me había sugerido tomar como modelo los diálogos de Roland Barthes; pero es claro que ese diálogo nunca existió: son largas frases todas bien armadas; en cambio, uno veía lo nuestro y decía: 'Esto va directo a la basura. Entonces me pidieron un texto de apertura y descubrí que podía escribir de otra manera: empecé a escribir realmente mis memorias de infancia, que salían con gran fluidez; después las del Colegio Nacional... Eso se transformó en dos cosas: una historia de una infancia en Buenos Aires en los años treinta, en una familia inmigrante por ambos lados (judía y católica); y un relato de la experiencia del primer peronismo. Pero a medida que me acercaba al presente, me di cuenta de que no podía seguir así: cuando llega la madurez uno empieza: 'Y entonces di una conferencia en tal lado; un curso en tal otro...'. Les pasa a las biografías: empiezan muy interesantes y se ponen muy aburridas, y a mí me resultaba cada vez más difícil mantener el tono; si seguía así iba a terminar totalmente afectado. Así que termina con la Revolución Libertadora, en 1955".
-¿Lee autobiografías?
-Algunas. Biografías, sobre todo, que es una cosa de la vejez. Las biografías, en cierta medida, son la historia sin sus problemas; y hay algunas lindas realmente. En el mundo anglosajón existe una vieja tradición de biografía política que aquí no tenemos: nuestras biografías políticas suelen ser hagiografías. Por otra parte, tengo entre manos –otra de las cosas que espero tener tiempo de terminar –algo que comenzó en los ochenta, en un curso que di en México, como un proyecto de estudio de autobiografías de intelectuales del siglo XIX, en la América española. Quería ver cómo, a través de la autobiografía, se va perfilando un intelectual. Empezaba con Fray Servando Teresa de Mier (1765-1827); estaban el Deán Funes, Sarmiento, Alberdi, y José María Samper Agudelo (1828-1889), un colombiano increíble, que escribió un libro deliciosamente cursi, Historia de un alma. Termino con Rubén Darío, en cuya autobiografía es evidente que le interesa más la poesía desde el punto de vista técnico, como un artesano, aunque él cree que lo importante son, diríamos, las obligaciones del poeta”.
Fragmento de la entrevista realizada al historiador Tulio Halperín Donghi por Mariana Canavese e Ivana Costa, publicada en el Suplemento Ñ del diario Clarín, el 23 de febrero de 2008 (Link: www.revistaenie.clarin.com/notas/2008/02/23/01613060.html-).
¿Quién es Halperín?
"¿Quién es Halperín? (...) El agudo historiador que supo penetrar en habitaciones secretas del archivo. El emigrado que en la distancia alcanza una lucidez triste y serena. El elegante animador de veladas selectas. El tenaz antihéroe moderno, convertido por ello en héroe posmoderno. El oráculo que –en irónico enigma – enuncia la verdad para quien sepa la cifra. (...) El delicado equilibrio entre dandismo y nihilismo. El viejo gorila."
Tulio Halperin Donghi visto por Ignacio Lewckowicz, en la antología Discutir Halperin (El cielo por asalto, 1997).
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