Existen muchas variantes para escribir un relato autobiográfico en prosa. Las obras de Jorge Luis Borges y Olga Orozco ofrecen un interesante contraste. Borges, para contar su vida, recurre a un texto despoblado de imágenes y recursos estilísticos, parco en adjetivos, casi informativo. En cambio, Orozco elige una prosa poética, que al mismo tiempo que narra persigue transmitir sensaciones, impresiones y visiones de su mundo.
En An autobiographical essay (entrada del 28 de diciembre de 2009), Borges se propuso narrar los hechos destacados de su vida. Lo hizo con una prosa directa, clara, cuidada y despojada de artificios.
Su sintaxis (en estos párrafos y en toda su narrativa) se caracteriza por sus oraciones casi siempre breves. Los escasos períodos extensos están fragmentados por comas que le permiten una acumulación semántica, con la que persigue aclarar o destacar una idea y enriquecer lo expuesto, pero se ajustan escrupulosamente a lo que quiere decir.
Los adjetivos empleados por Borges son relativamente escasos (como contraparte, se observa en ciertas obras el uso reiterado de algunos), no intentan calificar la realidad o determinarla, sino señalarla de manera abstracta o individualizarla. Sin embargo, a medida que transcurrieron los años su narrativa se despoja de ellos, hasta llegar a una austeridad en la que los sustantivos emergen desnudos en el texto.
Para el racional Borges, el mundo se presenta como un espacio mágico donde todo puede acontecer, en el que generalmente la mano oscura de un dios incomprensible promueve cambios sin sentido. Esta idea se refleja en sus escritos y también está presente en su vida: “pero por superstición no quise entrar. ‘No hasta que consiga el trabajo’, dije”.
El cuidado y pulido español de Jorge Luis Borges, en cuanto a búsqueda de sobriedad, precisión y universalismo, también se observa en Olga Orozco.
En Relámpagos de lo invisible (entrada del 23 de diciembre de 2009), ella narra los recuerdos de su infancia, a tal punto están potenciados por la poesía que destilan, que parecería que predomina lo poético sobre la intención de contar. El tono elegíaco tiñe el espacio paradisíaco de su niñez y su hogar que evoca con nostalgia. A eso se suma la sutil incrustación de lo mágico, de lo maravilloso, en lo cotidiano. Aquí, y en otras obras, sus recuerdos están plagados de prodigios vividos, soñados o augurados.
Olga Orozco, ya en sus primeros poemas, tiene una voz propia, definida, neorromántica y surrealista, una estructura poética límpida y ritmos envolventes. Su prosa poética no es otra cosa que poesía sin métrica ni rima. Sus elaboradas y singulares imágenes no caen en lo rebuscado, tampoco en lo cursi o el lugar común. Al compartir su mirada mágica del mundo y la belleza de los sentimientos que la embargan, cautiva, emociona y enmudece al lector. Su estilo personal y directo, y el tono oracular que lo caracteriza, se despega de lo terreno y eleva a quien se adentra en el texto que encierra la interioridad de la autora.
Mecha Carreira.
En An autobiographical essay (entrada del 28 de diciembre de 2009), Borges se propuso narrar los hechos destacados de su vida. Lo hizo con una prosa directa, clara, cuidada y despojada de artificios.
Su sintaxis (en estos párrafos y en toda su narrativa) se caracteriza por sus oraciones casi siempre breves. Los escasos períodos extensos están fragmentados por comas que le permiten una acumulación semántica, con la que persigue aclarar o destacar una idea y enriquecer lo expuesto, pero se ajustan escrupulosamente a lo que quiere decir.
Los adjetivos empleados por Borges son relativamente escasos (como contraparte, se observa en ciertas obras el uso reiterado de algunos), no intentan calificar la realidad o determinarla, sino señalarla de manera abstracta o individualizarla. Sin embargo, a medida que transcurrieron los años su narrativa se despoja de ellos, hasta llegar a una austeridad en la que los sustantivos emergen desnudos en el texto.
Para el racional Borges, el mundo se presenta como un espacio mágico donde todo puede acontecer, en el que generalmente la mano oscura de un dios incomprensible promueve cambios sin sentido. Esta idea se refleja en sus escritos y también está presente en su vida: “pero por superstición no quise entrar. ‘No hasta que consiga el trabajo’, dije”.
El cuidado y pulido español de Jorge Luis Borges, en cuanto a búsqueda de sobriedad, precisión y universalismo, también se observa en Olga Orozco.
En Relámpagos de lo invisible (entrada del 23 de diciembre de 2009), ella narra los recuerdos de su infancia, a tal punto están potenciados por la poesía que destilan, que parecería que predomina lo poético sobre la intención de contar. El tono elegíaco tiñe el espacio paradisíaco de su niñez y su hogar que evoca con nostalgia. A eso se suma la sutil incrustación de lo mágico, de lo maravilloso, en lo cotidiano. Aquí, y en otras obras, sus recuerdos están plagados de prodigios vividos, soñados o augurados.
Olga Orozco, ya en sus primeros poemas, tiene una voz propia, definida, neorromántica y surrealista, una estructura poética límpida y ritmos envolventes. Su prosa poética no es otra cosa que poesía sin métrica ni rima. Sus elaboradas y singulares imágenes no caen en lo rebuscado, tampoco en lo cursi o el lugar común. Al compartir su mirada mágica del mundo y la belleza de los sentimientos que la embargan, cautiva, emociona y enmudece al lector. Su estilo personal y directo, y el tono oracular que lo caracteriza, se despega de lo terreno y eleva a quien se adentra en el texto que encierra la interioridad de la autora.
Mecha Carreira.
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